De esas cosas, que algunas noches difíciles vuelven a palpitar, y te abrazan de nuevo para sonreírte mientras, por fin, descansas.
Y anoche, tras copas, bailes, risas y paseos... recibiendo en Madrid esa especie de primavera en verano con calles llenas de gente que no echa de menos la playa... la ví. O creo que la ví.
Tuve que ser muy rápida. Pero llegué. Y te pedí. Sin pestañear. Hacía años que no tenía tan claro algo.
Y en unas pocas horas... aquí estabas.
Y yo ya soy feliz.
Si, es de esas cosas que sueñas, y se quedan ahí, latentes, por mucho tiempo. No molestan, no apremian y no urgen.
Y cuando llegan, son como un pestañeo. Y arrasan de locura el cuerpo entero.
Yo no creía en las perseidas, te lo juro.